Jarcha convirtió en un himno este canto a la democracia y la concordia en plena transición. 50 años después, los años que tiene la Facultad de Ciencias de la Información, es necesario volver a poner en valor este concepto tan trascendental que se banaliza con frecuencia, se apela desde el odio e incluso se convierte en eslogan electoral. El centro pionero y referente en la formación universitaria en comunicación en España se ha convertido en noticia estos días a cuenta de la designación de una nueva alumni UCM ilustre. Más allá de lo conveniente o inconveniente de la decisión y desde luego de la inoportunidad del momento, -como yo mismo he trasladado en toda ocasión-, es especialmente preocupante que la Universidad se convierta en campo de batalla, en lugar de enfrentamientos con intereses políticos y electorales. Esto no quiere decir que la política no deba estar en la Universidad porque la teoría, el debate y la investigación son consustanciales a la Academia. Lo que no debe estar es la manipulación, el odio, la falta de educación y respeto, tan frecuentes hoy en política. La Universidad debe ser, más aún si cabe en tiempos de desinformación, el faro del conocimiento, de la verdad y del ejemplo, también de la opinión y la libertad de expresión. La auténtica libertad, como señalaba Stuart Mill, funciona solo con la auténtica democracia representativa. La teoría sobre la libertad del filósofo del utilitarismo parte del valor último del individuo y de su anhelo de felicidad, que a su vez son condición del progreso social. El límite de la libertad de acción de los individuos está en impedir daños al prójimo. Libertad anclada en la justicia social y la tolerancia, respetando la diferencia. Todo se puede defender, en el marco de la democracia participativa, la opinión pública informada y los medios libres. Una sociedad igualitaria donde el interés general esté por encima del particular. Todo se puede defender, hay que insistir en ello, con razones, con argumentos y también emoción, pero con menos visceras y víctimas reales o imaginarias. Empleando la buena persuasión, que enseñamos a nuestros estudiantes de publicidad y relaciones públicas, pero desde los cauces imprescindibles de la ética, sin mentiras, sin provocaciones, manipulaciones ni incitación a la confrontación. Libertad, de verdad, y sin ira, por favor.