Nueva entrada en el blog Ciberimaginario sobre confianza en la comunicación en general, y en la comunicación científica en particular.

Es un hecho que la comunicación estratégica, responsable y orientada a las personas construye reputación, ayuda a evitar la pérdida de CONFIANZA y potencia la fidelización y el compromiso, como signo de liderazgo. El ámbito científico no es ajeno a ello, todo lo contrario, se puede beneficiar de su buena reputación para aprovechar todos los recursos que ofrece la comunicación.

Ahora bien, si bien es cierto que el correcto proceder deontológico aumenta el prestigio al generar confianza en la población, se evidencias últimamente posibles pérdidas de credibilidad ante la infoxicación y las malas prácticas. El pasado mes de marzo, conocimos el caso de un científico suspendido de empleo y sueldo por 13 años, uno de los científicos más citados del mundo, el español Rafael Luque. Su prolífica labor, ahora bajo sospecha, le llevaba a publicar un artículo científico cada 37 horas y ha sido sancionado por publicar trabajos como investigador de instituciones cuestionables por su credibilidad en Rusia o Arabia Saudí. Este tipo de hechos afecta la reputación de la comunicación científica, si bien es necesario recordar que las publicaciones científicas auténticas, serias, sí miden de alguna manera la calidad, y utilidad de lo investigado y hallado y verificado. El químico admitió que lleva tiempo usando el programa de inteligencia artificial ChatGPT para “pulir” sus textos.